El creciente fervor por un canon de belleza antinatura, promovido por la obsesión de una sociedad eternamente joven, me llevó a crear un discurso en el que la vejez apareciese como medio de critica. La figura del anciano esta muy presente en mis obras, me gusta darles ese protagonismo que nuestra sociedad les ha arrebatado.
En estas dos obras, Lo apolíneo y lo dionisíaco, pretendo plasmar esa dualidad de la vida que ya Nietzsche en El nacimiento de la tragedia explica con todo lujo de detalles. La belleza serena del mundo representada por Apolo, el dios del sol, frente a la belleza terrible con Dionisio como imagen del exceso y la intoxicación.
En lo Apolíneo nos encontramos ante 4 figuras centrales. En primer lugar, aparece en escena una mujer entregada a la maternidad, a los cuidados de su hijo y justo detrás de ella esa manola afligida por la angustia de aquellos que sufren. Clara alusión a la mujer virginal que aparece representada especialmente en el mundo judeocristiano como idea de pureza.
Inmediatamente nos encontramos ante un torero con pose escénica. La personificación de ese sacrificio que encontramos en el mundo taurino y que no tiene otro objeto que la búsqueda incesante de la belleza estética propia del arte.
Todas ellas se muestran al espectador de manera ascendente. Al igual que en la arquitectura que tenemos de fondo, los planos se elevan con formas puras en un intento de llegar a lo divino. Existe aquí una evocación al arte gótico y al misticismo que envuelve la búsqueda de la bondad de dios a través de la luz.
En cambio, en lo Dionisiaco las figuras se dividen en el plano en dos triángulos. En la cúspide del superior nos encontramos ante una cabra colgada hacia abajo como símbolo de sacrificio. En los otros dos vértices tenemos el motel Lorrain, lugar donde se produjo el asesinato de Martin Luther King, adalid del movimiento creado en EEUU en defensa de los derechos civiles de los afroamericanos. Y en el otro extremo un hombre que porta un cartel de una mano blanca con la imagen de Miguel Ángel Blanco, concejal del país vasco asesinado por la banda terrorista ETA con fines políticos. Este primer triángulo nos muestra otro tipo de sacrificio distinto al que nos encontramos en la obra de lo Apolíneo. La muerte de dos personas inocentes por temas ideológicos que provocan en el pueblo una reacción de unión por la lucha en contra de la injusticia. Del caos surge la belleza.
El segundo triángulo muestra lo visceral, el impulso vital de lo salvaje que convierte aquellas acciones placenteras en algo bello per se.
Ambos triángulos se concentran en uno solo en representación de la trinidad cristiana como muestra de lo divino. Una forma terrenal de llegar a la pureza sobrehumana desde lo instintivo y no desde la razón.